martes, 19 de septiembre de 2023

Pobreza


Más que de la pobreza, huía de la desolación
del “no es posible”, 
de la resignación tatuada en el ambiente
que hizo aquel barrio de muertos 
llevándose tantas vidas por delante.

Soy un escritor a quien nadie lee, 
pero que siente el rumor del tiempo en tus latidos, 
escritor de otro siglo con la sonrisa eterna; 
más que de un pasado tormentoso, 
no dudaría en afirmar que 

yo alcancé a ser la Tormenta.


Tormenta 
que resurgía del polvo de un desierto
en el cual no se veía la salida, 
tanto amor y tan poca alegría, 
tanta luz y eclipse de lunas de personas
con el alma mutilada 
que te rajaban 
con el filo de su incomprensión.

Talento desaprovechado; 
entre gente que no quieren que destaques, 
gitanos haciendo su papel, 
papel que se quema con un poco de hierba, 
y en cada banco del parque
se vendía el virgo de las estrellas.

Quise escaparme de todo, y de mí mismo
terminé por escabullirme,
tan doloroso parto creó en mí otra dimensión
de sentido, 
y donde tú divertido veías un loco 
que quería ir a Cuba, 
por ejemplo, 
héroe de la luz y las tinieblas resurgía 
en una plaza sin árboles, 
con gente que respiraba a duras penas
en el fondo de cada una de sus tumbas.

Y llegar a  sentir que 
el mundo se proyecta en tu sombra
que tienes la fuerza de los astros,
y a la vez gravitas en un universo
descompensado por una mente enferma y genial, 
los que desde las ventanas apuntaban con su rifle
eran sólo mis ojos 
que se desdoblaban para ver tanto resplandor, 
de ángel herido de sienes sangrantes
como Prometeo robándole la luz a dios.

Tormenta de poeta que suspendía tantas veces Morfología y Sintaxis, 
pero te quería en el batiburrillo del fracaso 
de las becas no concedidas
y los novios malotes que nunca sabía ser, 
los que tú preferías antes de conocer la mística de este verso 
imperfecto en plena armonía,

pero quizá era tarde 

y la explosión vencida por tanta droga de cantautores, 
poetas de postguerra, bicicletas,
y guerra de motores
haciendo vigilia a las 4 de la mañana 
en aquellas mañanas frías de febrero.

(…) nunca seré el escritor de tus sueños, 
tal vez porque has permanecido despierta tanto tiempo
que los grilletes de tus ojos están apuntalados por el alba.

Tu vida, pérdida, aunque no lo reconozcas, 
la mía también (lo reconozco)

la diferencia, cual Alonso Quijano 
es 
que quise emprender el viaje sin armadura
y cual guerrero peregriné por el sueño
de hacer realidad lo imposible de 
simplemente, 
tan simplemente
ser feliz 
en un mundo justo que no llegaba
en un destino injusto a una realidad
sin ti 
porque aunque no lo creías, lo creaste
junto a mi poema cansado que es candil
entre tanta sombra.



No hay comentarios: