Eres la herida abierta,
la lucha a brazo partido,
el abrazo roto que me recompone,
fuiste la yaga en mi piel,
el hilo que enhebró el tiempo
a través del destino caprichoso,
y cruel
que nos barajó en este desorden.
Somos la voz de un ruido tan claro
como el día que nació el próximo mes,
fuimos el cansancio abrumador
de respirar vida,
muerta
y vacía,
al expulsarla después.
Eres el cruce de camino,
la hoguera que marca los pasos dejados atrás.
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