domingo, 30 de septiembre de 2018

La luna tiene manos de mujer


Cargando la luz de abandono, 
de la resignación buscada,
de la bohemia que no sabe donde existir,
cargando a lomos las heridas de perro
de un sueño
que corta como el filo agudo de la madrugada, 
soy, 
el sol que sabe y es preso de
que la luna
tenga manos de mujer, 
la última flor del rechazo, 
soy, 
cuartada de un arrebol ceniciento, 
de la muerte de las hadas, 
un poema sin patria ni dueño
directo

a tu corazón.




viernes, 21 de septiembre de 2018

Valencia


Valencia,
vuela la poesía del viento,
cuando nace entre Albuferas
y naranjos
la luz del atardecer
en tu cielo.

Valencia,
ciudad de mis días,
venas de asfalto y arena
con las que me visto,
arte de palmeras y alegría,
luna de las noches
en las que te vivo.

Mediterránea brisa
de Mercados y fartons,
de paella y barraca,
de cañas y barro;
de arroz,
la Malvarrosa tiñe de violeta
la playa,
si desde el Carmen,
pinta con arte los sueños
un soñador.

Valencia,
ciudad de poblados pesqueros,
de Blasco Ibáñez,
de Martorell,
vuela un pájaro celeste,
desde mi balcón,
cuando todo lo que sé
lo aprendí en tus calles,
y todo lo que olvido
lo recuerda mi amor.

Llengua de Estellés,
rincón de Fallas y azahar,
en lo alto del Miguelete
se para el tiempo
tras cada verano
si por la brecha del río Turia
acunada queda la historia
dormida en los muro
de las Torres de Serrano.

Valencia,
huerta en domingo,
Ruzafa, Cabañal, Benimaclet,
barca a la deriva
a orillas de la ciudad
en la que sigo perdido,
pasos errantes
de cada partida
que lleva tu nombre
en mi piel.


Valencia.


Cada viaje


Y amar el mundo como vela que no se apaga, 
como oro en cada esquina donde las prostitutas rezan, 
donde se enamora el perdido errante
que siempre vuelve a empezar, 
que buscando solo encuentra, 
camino y viento allende los mares.

Viaje que enarbola la mente, y toca el fuego
de banderas sin patria ni condado,
pasaporte en las dunas del tiempo, 
nubes que despegan como aviones
alrededor de la paz.

Amar el mundo y viajar sobre el corcel que ronda
el fin de los principios, 
la luna blanca entona el aria de la luz acuartelada 
que rompe ballestas 
de una aventura en cada viaje, 
amar el mundo y descorrer el velo, 
de la desilusión.

Poesía en la boca de quien no sabe hablar,
ciudades que son barro, que son cordones de dios,
palpita la lumbre de quien caminando sueña
con un mundo más justo, 
con tu mundo en mí, amor.



lunes, 17 de septiembre de 2018

El pueblo


Las torres e iglesias protegen el aire envalentonado por caballos blancos que cabalgan el sendero que va al pueblo.
Flores abiertas y empedradas calles dejan divisar los tejados irregulares en un remanso de casas que caen y se desgranan por el valle arbolado.
Aldea de músicos los domingos de mañana, mercado de hierbabuena, miel y leche, olor a lavanda y almendras transitan las acequias. Los girasoles a lo lejos alumbran un atardecer con el bálsamo canela en el cielo y rosadas nubes juegan gráciles a empujar a los gorriones en sus nidos.
Llega la noche. Duerme el pueblo. Los lugareños ocupan las tabernas al calor del vino y el queso curado.
Los viejos del lugar cuentan que cada mañana renace la magia en las venas peregrinas del pueblo.




Volver


Desentrañar las entrañas del alma,
volver a empezar,
desandar los caminos errados,
volver.

Saber que pocos estuvieron allí,
muchos solo cobardía,
nadie me dejará de convencer
que no estuvo bien el abandono,
tan al amparo de lo
infinito.

Volver insistiendo
que no debo pronunciar las cuatro letras;
amor, loco, dios,

si sientes alas de ángel,
no hay nada que temer,
solo sentir
(volver
a
sentir)
el pasado no existe
en almas que se van depurando
de la ceguera de lo diáfano
de tanta
luz.


Mundo mejor


Los gigantes caen
en un maremagnum
de paz muerta,
ancla en la garganta del barítono.
Los gigantes residen invisibles
en ciudades de hojalata y arena,
pero una multitud de gente
que solo quiere ser,
embarazan senderos
de un mundo mejor.

Se reza a la no codicia,
indiferencia pacifica de mariposa,
ladrido atado al perro,
usufructo sobre el sumiso.

Pero la tierra suele ser
un campo de minas
en  traicionar al amante
que habita tras el espejo,
moral del viajero que encuentra,
huida del trovador cansado,
herida en el alma muerta,
gramo de aire que anhela
quien grita un mundo mejor.




Dama de fuego


Dama de fuego
con manos frías,
brújula de paz
en las orillas de la luna,
jilguero por la cabeza,
que aúlla al amor
mal entendido,

dama de frío
con manos de fuego.

Rosa renaciente
de cuerpos apagados,
escaparates rotos,
ciudades de molinos y llanuras
te piensan,
pellizco de ansiedad
en la bruma del desconsuelo
urgente.

Dama del frío
con manos de fuego.

Atardecer lento
en la estocada del unicornio,
quijada y costilla
o vértebra alada de ángel,
canto persistente
en urbe de metal y humo.

Dama del frío
con manos de fuego.
Sin tenerte, ni esperar
con esperanza, busco
el elixir de galaxia
que te habita en la palma
de la mano,
pues no seremos ambos, ya tal vez,
la mitad de la penitencia
llamada Amor.

A ti te olvido y recuerdo
en esta letanía,
cuando lo vivido
se recuerda más
de lo que se vive,
princesa decapitada
y reencarnada,
luciérnaga que vomita.

A ti te hice lava,
mientras a mí
me hice ceniza.


El mundo y su razón


El mundo te rompe en pedazos
y tú eres la razón
de quien sueña con enlazar
esos trozos maltrechos.

El mundo es una diana,
tórtola malherida del árbol,
y tú,
compañero,
arrebatas al viento
la canción de quien no se cansó
de luchar.

El mundo es una quimera
de cristales rotos,
y tú,
lazo invisible de causas que se sueñan,
parte eres de dos amarres
de un vendaval.




domingo, 16 de septiembre de 2018

Nunca lo sabrás


Lo que ignora el tiempo;
niños de arrugas eternas,
comisura de sueños en tu boca,
cerrojo de infinito,
edad adulta del cielo que en manos
llenas de espigas
no deja de adolecer.
El tiempo no sabe cómo cambiar el mundo
con este tatuaje indeleble de lo perdido,
siendo la maltrecha luz de las horas
nuestra oscuridad.

Leo nubes de lluvia,
y tú nunca lo sabrás,
escribo tu cuerpo
en mil páginas vacías
y tú nunca lo sabrás.

Lo que ignora el tiempo,
flores silvestres entrelazadas,
madejas de lunas
asentadas sobre el helado horizonte
de la multitud.
(Nunca me sabrás)

Tú nunca sabrás
que la muerte enebra
en la locura
espigas temblorosas,
pero queda un volver
que nunca intuirás
en este pliego de luminarias.

Nunca te hablarán de lo perdido,
nunca te dirán que el mundo
está encorsetado
en un te quiero perpetuo,
nunca sabrás que te deseo
como la aurora tintineante de azul,
porque lo que ignora el tiempo.
Nunca,
tú nunca lo sabrás.



miércoles, 5 de septiembre de 2018

Tiempo


Las horas que pasan en la noche
son un cuchillo en la mantequilla,
el pitido de un navío triste en el Mar del Norte,
las horas pensando en ti
son la muerte del tiempo
en la arena de los relojes,
el pan sin aceite, fuego sin brasas,
la luna con sueños obligada a despertar.
Las horas que se desvalecen
son un tumulto de ruinas
entre mares de personas,
es el sin rumbo de la brújula;
el tiempo no existe pero existen los despertadores.

Las horas sin ti,
remanso azul en playa contaminada,
toro herido,
mancha de pus en el vientre de una nube,
arrebato de cantaora sin su pareja de cante,
horas como guillotina de lo incierto,
como ceniza en el corazón abierto del muerto,
ciego que es luz,
anestesia de un domingo en pleno orgasmo,
cicatriz de las tormentas que preñaron a las ballenas,
nacimiento de una civilización
y tú, en la esquina del bus,
sin inmutarte por mi ruego.

Las horas pasan como trenes,
como condones rotos que explotan
como la pena de los conductores de tranvía,
como el secreto de la escritura,
como el remedio de la amargura,
como el color vomito celeste de quien reina
en todo el caos que no se sabe leer,
tiempo hecho jirones,
rotura,
frenesí,
delirio,
tiempo de arcoíris grises,
de temblor en la mano de lunático,
de escalofrío en pleno verano,
de contar minutos
como quien come cacahuetes viendo una película
subtitulada.

Tiempo que espero por ti
aunque ya solo seas tiempo de la ausencia,
horas de amor arañado por el mundo,
de vulgaridad que triunfa,
de música de aves muertas,
tiempo de esperarte como quien no quiere
esperar la esperanza.

Tiempo. De no tener nada y pertenecer al Cosmos.






Sin saber de ti


Como el eco de la estación vacía,
como el hielo y el fusilamiento de la primavera,
como un ave sin alas,
como canto mudo a la vida,
como la mitad apagada del sol.

Como un reptil en tu mano
cuando ya no sabes amar,
como una bruma en un cruce de espadas,
como el ojalá,
así se confunde tu alma en mí,
a la deriva.

Como el patrón de un barco en la negra noche,
como quien no sabe cuándo fue que fue él
el que nunca supo,
como la canción de la tristeza,
así se humedece la injusticia.

Como perder la razón,
perdiendo en la taberna del olvido
tu otra mitad,
como un viaje al centro de mil espinas,
como la temeridad,
así languidece el mundo sin saber de ti.

Sin saber de ti.


Perdido entre la multitud


Perdido entre la multitud,
adicto a la libertad que se expande
y ata,
beso al aire el polen del amor
con dos camas separadas.
Distante por la lejanía
que no llego a alcanzar,
de un mundo que es el latido fallido
de dios,
amasijo de dudas en el nido
donde abrazo a otra y tengo tu amor.

Perdido por el mundo que me perdió,
que quiso poner cadenas
a lo que era paz,
consuelo de jugador
que grita en el abarrotado escenario
de los hijos de la soledad.
La gente mira y calla,
besa de una botella partida
héroe del fracaso en cada alcoba
donde reina la belleza indómita
de la melancolía.

Perdido entre la multitud.


Miradas


Me cuesta mirar a unos ojos
cuando ellos son dianas a este alma confusa,
embriagada
por aullar a la luna
con lava de sangre
en medio del mar de arena
de tu mano y mi mano.

Y duele no saber dónde caminar
teniendo el mundo en el horizonte
y duele no saber a quién amar
en un temblor de tierra
cuando llueve debajo de nuestra frente.

Me cuesta levantar la mirada
avergonzado por un mundo que me da vergüenza
no entiendo al corazón
y verte mirando mi mirada
es como apuntalar hielo en las venas.