Con una cinta amarras las nubes de alquitrán
de tu melena sin tiempo,
rebelión de libertad,
cárcel dulce del amor
y aunque dudas, retas a dios,
para que la vida renazca al morir
en cada uno de nuestros
intentos
por ser felices, amor.
Y junto al fuego herido de la vida
arden nuestras almas perdidas en la luz,
despertar de noches suicidas
donde encuentro que la melancolía
acompaña al arte
que es lo único que guardo de ti,
y lo único que me quedó.
A la hora de abrir las puertas del cielo,
cae una tormenta en mi pecho,
el más allá, allí donde herida
enloquece la razón,
y tú te desvistes por inercia
desoyes los aullidos de sirena
de esta triste carta de amor.
Juegas con tus dedos al chance divino y mortal
de hacerte grande
de renunciar a los sueños,
de no ser tú quien descorre
los pétalos del deseo en aquel perdido
tiempo mejor.
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