Este vértigo no acaba en nosotros
pero formamos parte de él,
el amor es una excusa tan bella
que adormece la lucha,
pero descansar en tus brazos de alondra
es palpitar
allí donde vuelo a la nube
de donde nunca supe volver.
Este anhelo de crear en las comisuras
de tu boca, un fuego apagado,
en el tallo de la flor de tu vientre
el vértigo de quererte a deshoras,
tras la hora de nunca saber cuando
volverán los días en los que todo
era renacer,
y creer en ti ha sido, el incendio de mi fe.
Vértigo de hacer un poema,
y que en el asiento de al lado
de este tren sin destino
pidas permiso para sentarte, distraída,
como sabiendo que en otro plano,
habíamos coincidido ya,
y hablemos del vértigo,
sin nombrarlo,
y nombrarte en el viaje de la vida,
que duraría, por ejemplo, de Kroclaw a Poznan.
Te tengo entre mis manos vacías,
y rompo el techo del cielo
para preguntar dónde renace el amor,
cada vez canta mejor que el jilguero, mi garganta,
pero nunca dirá tu nombre
no vaya a ser que los guerreros de la noche
armen en mi trémulo corazón
su estocada,
vértigo,
vértigo,
vértigo
es el amor y el viaje
el viaje por el amor,
donde renace la flor
que había muerto tantas primeras veces
por el abismo del desengaño
que se ilusiona ante la desilusión.
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