No pienses en mí, yo estoy bien,
no dudes que no me afecta
(pero no me lo digas)
si en cualquier antro pierdes la fe,
y ya no piensas en mí.
Tienes tantos pecados
como cada una de las arrugas
de tus ojos al sonreír
como lo dulce de tu alma (…)
no me importa lo que hayas hecho,
y que ya no tenga tu bondad
por la mañana.
Porque al amor se abraza
con las manos abiertas,
para que pueda venir, y pueda dejarse ir,
no pienses en mí,
yo estoy bien,
más que por lo que no puedo
remendar en nosotros,
me inquieta la luz del porvenir.
Entre lo oscuro y la luz
bailas cada noche, como aquella vez
en busca del despecho
y lo perdido,
tienes entre las manos
el sol de la conciencia,
que rompe en la habitación
cortándote como un cuchillo.
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