Lo que consiguió aquel soñador
fue admirable,
llegó a entender la indescifrable luz
de los pasos errantes,
llegó a ver con fuerza el futuro
sin que en él creyese nadie.
Al titubeo del destino no se le tiene miedo,
tuvo sueños lo suficientemente altos
para no perderlos de vista
al perseguirlos,
consiguió tanto que nada fue suyo
y suyo, fue un Imperio.
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