Nuestra voz silenciada;
la tempestad en pleno sol.
Quimera de los sueños
que tuvimos por bandera,
quietud en la elegancia perfecta
de cuando perdí el norte
para poner el paraíso
a tus pies.
Nuestro tiempo acabado
que empieza mañana,
y el futuro como anzuelo
si tuve el corazón en la diana,
terremoto de mil lunas
que mueren
cuando renace
la palabra maldita
que amo al perder.
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