En un ayuntamiento no fui nada,
pero escondía un secreto:
la vida soñada de tantos
que yo, denostado,
acariciaba como el sol
en primavera.
Trabajé de oficinista
como Mario en Montevideo,
como Gabriel,
sin saber por qué,
fui un loco curado,
en este mundo de “cuerdos”.
En un ayuntamiento.
Mi obra y mi sombra,
han sido siempre silenciadas
¿cómo no voy a sentir vértigo
si para nadie he contado
y tod@s han girado alrededor de mí?
Pecado sin pecados,
ser víctima, desgraciado,
no cuenta…
ahora sólo tenemos el porvenir
que viene como la alegría
en nuestra mirada fugaz de rayo.
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