Aquí me tienes,
leyendo a Lorca,
mientras escucho a Extremoduro,
en esta tarde de diciembre,
en un mirador de Meknes.
Y mentiría si no te extraño,
pero no te echo en falta tu sexo,
sino tu bondad
en un mundo demasiado salvaje.
La vida es un trébol
con las hojas arrancadas,
indiferencia para que no nos afecte
el frío del temporal;
ya no me fascina
tu luz que me cegó.
Un grano de sal escondes
bajo tu falda,
quién pudiera respirar
tu vientre lleno de vida?
De tu sexo al despertar (…)
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