Siempre he creído
que hay algo romántico
en el cruce
de un autobús nocturno
que pasa de largo
en los paradas
de los fríos polígonos
del extrarradio.
He llegado a escribir mi número
en la servilletas de las posadas,
y esas cifras contadas
eran el retrato de una ausencia;
de las camareras y antiguas azafatas
que me recuerdan
los tórridos momentos
de un pasado
de mojadas sábanas
y y la llama incandescente
de besos helados.
Siempre he creído
que tu sonrisa
es la impostura más bendita
de este planeta
extremadamente cálido
y lleno de violencia,
tú;
bendita impostora;
maldita realidad (…)
De una sociedad sin alma,
de mi soledad sin mi alma,
cansancio profanando
nuestra esperanza,
botellas sin mensaje dentro
que anidan en el
naufragio por el mar.
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