El pueblo guarda la nostalgia
de aquella muchacha que tuvo que abandonarlo todo
por el vacío de edificios y estiércol de metal,
promesa de lo que nunca tuvo;
inmigrante del tiempo y la hojarasca.
Su pueblo se quedó
huérfano en domingo,
noria que péndula en el tránsito
de parques e iglesias de piedra,
que al languidecer el día
morirán nuevamente en silencio
como la mujer que en su memoria guardó la flor
dejada por sus pasos.
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