Atardece en Marruecos,
y te echo de menos,
aunque no sé bien a quién hablo,
sólo sé que te quiero.
Atardece en mi corazón,
y creo que la vida
más salvaje
es la de perderse
y encontrarme en tu sonrisa perdida
mientras tanto verte desde
la ventanilla de un avión
diminuta
como enorme
en este el mío puro corazón,
por ti.
Atardece frente la puerta azul de Fez,
y soy un alumno más entre tanta gente,
esa que está aprendiendo a vivir, como yo,
gente que tropieza
y sigue como gran victoria,
gente que apaga su deseo
con la resignación
del día a día,
soy un alumno más,
de tu amor callado,
de mi vida
sin privilegio ni condena.
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