Canto herido,
peregrino de viva voz,
que muere en la luz incandescente
de un corazón,
con la esperanza intacta,
después de los arañazos en mi espalda
de una mujer dolorida, como la vida.
Trotamundos que viaja
alrededor de la intuición,
de la piel y la sombra,
de aquel te quiero
que dejó huérfana
la desesperación
que obsequio con los besos
que no supe darte.
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