Clamando la voz en grito
de una camarera herida
por el amor,
te escribo,
con la llama ardiente
de la nostalgia
y esta desazón,
de un tiempo que se nos va.
(...)
Me sumerjo hoy en África,
ayer fue Nueva York,
mañana, tus labios,
y la mentira de la vida
me ha enseñado
a morir como todos,
pero a vivir con alas
como sólo alguien sin ley
puede rebelarse.
África, salvaje y de paz fiera,
abre los ojos ante la belleza
y mantiene la mirada
en playas infinitas
desde donde laten
mi corazón y tu voz
en la distancia.
Clamando la voz en grito.
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