En un café, allí donde el tiempo
no deja de contar las horas de la espera,
Delacroix pintó en alcobas colindantes
"la Libertad guiando al pueblo",
y todo lo que no fue nuestro,
nos lo arrebataron antes de llegar,
donde realmente nunca tendríamos
que haber dejado de sentir.
En un café, viéndote
como deslizas con cuidado
esa bolsita de té en la taza,
apartando la intensidad de mi mirada,
estuve rellenando
tantos vacíos con tu nombre,
que al final del cuento,
nada queda,
no queda nada,
más que dos extraños,
asaltándose a silencios
en un café perdido,
por ejemplo, en África.
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