Perdí tantas cosas,
que ahora sólo me queda
la ausencia del miedo,
y correr firme en el porvenir,
cuando nadie creyó en mí
para invertir
los delirios en besos.
Una muchacha se acerca
de forma tranquila y estudiada
a mi alegre despedida,
y yo, infeliz, no tengo más
que caminar a paso del barrunto,
de las horas.
A veces tengo la sensación
de que todos saben de mí,
y yo me ahogo en un mar de miradas,
que se adentran
en esta noche
oscura y larga
tras el vacío
de tu nada.
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