Con la eterna lección
que nunca aprendí
pero por fin se me quedó,
vuelvo,
para dejar de mendigar tu amor,
para pasearme por mis recuerdos
y sanarlos al pasar de nuevo,
tras el aprendizaje
de ser maestro de la vida,
en un desierto de emoción.
Como quien escribe
la poesía eterna y abre caminos
en la foresta,
así perseguí sin querer, ser querido,
que alguien me entienda,
pero después de todo he creído
en lo que nunca tuve,
para abrazar el aire,
y de recompensa
darte de ofrenda,
estos versos.
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