Ni se te ocurra recordar mi nombre
-dijo ella-
peinándose en el espejo
y tras el huracán,
vino el enfermo vaivén
de emociones
que queda al separar
la Antártida de los latidos
de nuestros cuerpos.
Ya no hay nada más que miedo
en estos ahogados corazones,
y el amor es el motivo
que desdeñó a Cupido,
por la Avenida
donde nunca tuvimos nombre.
Alrededor de autos y asfalto,
entre sombras y visionarios,
exploré errante
tras el vértigo de los años.
Ella me mató por dentro,
yo la maté sin querer
hacerle daño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario