Son las 7 de la mañana
de un domingo de primeros de agosto,
escucho música acústica
y pienso más en el desayuno
que en vaciarme en un poema,
pero aún así extraño la libertad
aunque la tenga guardada en mi puño
-que es una cárcel-
y ella se evapora como los deseos,
como la luz.
Será que la libertad
es ser conscientes de nuestros límites
y del regalo de estar presentes,
de soñarte como la primera vez
en el paso del tiempo y su mentira,
son las 7 de la mañana
y este agosto se presenta insomne
y febril
porque
extraño a la libertad
porque te quiero.
Sin saber querer,
ni saber lo que siento.
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