En el desierto de los padres ausentes,
llegué a ver la luz
para darme cuenta que nada es tan importante
como poder sentir cada día
el regalo de vivir.
El destino de los astros que deambulan
dirección a nuestro corazón,
son los pasos errantes de unas botas sucias
pero felices de haber andado y desenredado
el vértice invisible
de las horas tristes
y felices.
Los hijos que no tuve sabrán cuanto he amado
la vida,
los padres que no estuvieron estando,
me dieron con sus dolores
el sufrimiento de abrirme paso
entre los muros de puertas cerradas
y abrazos de esperanza
siempre
esperanza
con y por ellos.
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