La vida sigue cuando nada queda,
y todo lo que tenemos es cruzar
el umbral de la noche sin estelas,
que guían a gatos inquietos
buscando en la casa del pobre
la llegada de maná.
Búsqueda de perderse,
de no saber dónde empieza el paraíso,
cicuta que hierve en la garganta
de poetas malditos,
brazos que ahorcan las olas del mar.
Un corazón vacío grita
y habla con el hambre del mediodía,
la muerte puede más que las despedidas,
y cada uno sin tiempo aborta en mí
su nostalgia.
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