Escribirte un poema,
amar para desprenderse de amar,
como lo perdido, como dios,
mi infancia tiene siglos
y crecer es el coraje inútil
de haberte hecho canción.
A tus labios que son verdades a medias,
que son cuartadas del tiempo.
Invencible soledad, fiera que acecha,
la tristeza de una promesa cansada de esperar.
Fatiga de creerse menos digno,
¡maldita estupidez de mis ojos!
Cuando la belleza que veo
la atesora mi mirada,
y proyecto el deseo en dejadez,
en delirio roto.
Duermes cobijada en la esperanza
de que no te entienden,
entre las puertas del recuerdo,
donde se eclipsa la luz,
y en ese instante fugaz, de peregrina luna,
lo que pierdo es aquello que no te doy,
luz de la muerte
que renace entre sombras apagadas.
Duermes y nunca te tendré entre mis manos,
porque eres el cristal
de las noches sin consuelo,
aunque tantas veces te recuestes en el mar
de mi memoria,
se hizo pronto, pues llegó
la eterna despedida.
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