He sentido el eco de tu susurro,
de tu tristeza tan dulce como los finales
nunca alcanzados.
Tuve la voz muerta de cada minuto,
sabiendo que todo es nada,
y que va y viene la vida,
con la sensación herida
de esta palabra.
He crecido con el alma inquietante,
con la luna que es fulgor de la tiniebla opaca
de Valencia,
tras tantos silencios,
espejismo de un camino
que empieza y acaba sin nosotros.
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