El otoño llega con el cansancio
de los sueños que nunca diremos,
con los amantes que no besaremos
pero vivirán en nuestro corazón,
este otoño es un trébol seco que se precipita
desde el árbol de la vida,
y todas las huidas
aún,
me remiten a ti.
Otoño, cartas de desamor
que buscan respuesta,
siembra de alquitrán en flor,
cielo cerrado en las horas de faroles rotos
que iluminan una vereda
allá donde encaminado va
el peregrino sin más nombre
que buscarte, a ti.
Bella de belleza que duele
porque la vida nos mata a todos
y esconde el puñal,
pero a pesar de ello, sonríes
bebes de ese té amargo en el mismo bar,
cuando el otoño
relampaguea frío y tormenta
durante una mañana que nunca llega
y yo mientras, sueño bajo tus sabanas
el despertar.
Otoño, heredero de un verano que nos mató,
hijo de un invierno que se suicida,
y nosotros congelando la mirada
en los ojos que, ambos,
buscan una respuesta, y ninguno de los dos
se atreve, y seguimos mirándonos
como adolescentes que al abismo
se precipitan.
Otro otoño pasará, más viejos
y más tristes
de camino a casa,
regresarán nuestros cuerpos
de almas que vuelan hacia callejones
de bancos cubiertos de escarcha
en los parques
y estanques sin patos, ni amantes,
ni caricias.


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