Nadie me llama,
y yo ardo en llamas
por saber quién es.
Nadie me entiende
y yo emprendo,
tan aquí y tan ausente,
el presagio de saberme libre
o preso,
a la vez.
Nadie guarda
en mí todas las almas
que muestran el arma
del odio y del amor,
Consagrado poeta
entre todos los ángeles
desengañados
que me tuvieron presente
cuando el cielo ardía
y nadie
era el mundo
en su gran volcán.
Mas recordando lo que
dejé olvidado
en este suspiro sin nada,
la locura y el vacío
por siempre
me tendrán a ti presente.
Y Nadie es hoy la respuesta.


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