En este juego
de lameculos y toreros,
de impresentables dueños
del cielo;
con todos me caso
y a nadie me entrego,
en este juego ruin de desvelos
y lucidez,
golpea el rey de los torpes
que vende sin rubor
las entrañas de una estrella apagada,
nombre perdido
de las horas ciegas.
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