Se enciende la luz del ocaso,
miro alrededor y nada veo,
no hay nada más que olvido
entre mis labios,
y un mar de horror
en lo que dista del suelo.
He conseguido tanto,
menos parar este frenesí
de estrellas distantes.
Y en este tiempo,
un suspiro de lo incierto, queda,
la vereda perdida,
y todo lo que fue nuestro.
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