Peregrino de lunas rotas,
que camina por las vereda del tiempo
y la soledad,
peregrino de alma,
que nombra
el fulgor vívido del mar.
En el corazón de un país sin corazón,
esqueleto de emociones
que enaltece la luz,
sombras de un tiempo sin horas,
de cuál al intemperie
nos encontramos deshojando girasoles,
en las velas de una noche sin fin.
Peregrino que crea
los dibujos de un porvenir
que no vendrá,
que destella su ánimo
en las diademas
de fuego de los dioses,
contento a pesar de todo,
desgaja un mendrugo de pan.
Peregrino
de sueños sin fronteras,
en el asfalto, en la montañas,
corre río abajo
los retales de bandera,
muere en el suspiro de vida
que enarbola la ansiedad
con un beso al aire,
y el amor, a cambio.
Peregrinos.
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