Valiente, como esta ciudad
en su nombre,
ciudad que nos dilapida,
y la emoción, tal vez,
estará en otro lugar,
tan lejos de mí,
cuando a altas horas
destruyo mi rostro
frente la sombra.
En esta estación,
me ampara un cuaderno de versos,
y mi consuelo
de haber haber volado tan alto
a ras de la compasión mendiga
de quien sueña.
Prometiendo el fuego
y la niebla,
el óxido y lo infinito,
la espera, sin esperanza,
de dar el mundo, malviviendo
con un cuarteado corazón,
Te quiero, y me quiero
entre tanto desamor y olvido,
tengo la ansia y el cemento,
de desprenderme de todo,
de ser mayor
para sentir como un niño.
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