sábado, 22 de octubre de 2016

Bus 17


Cómo hacer de un poema
manto y abrigo
para aquellos que regalaron su dios
a la otra persona
la que lo mató
dejando huérfano de ángeles custodios
el alma sin mundos paralelos
en este mundo.

Siempre ando diciendo
que el vagabundo y el loco
son gente borracha de realidad,
que de ceñirse tanto a lo establecido
los gorriones
de su cabeza decidieron
huir espantados;
siempre he dicho
que vamos buscando motivos para venerar,
yo, en aquella muchacha Pelirroja y poeta
que siempre encuentro en el bus 17,
en mi gato,
en el negocio sacrosanto de creer,
iluso de mí,
que en esto de estar vivos
tendremos salida.

Dame veneno que quiero morir,
dame veneno,
y recitar es rezar,

y escribir es barajar
entre la realidad y lo mágico

y despedirse en la estación
es intuir que no existen los finales
aunque duelan,
como alguien que muere
y seguimos oliendo su jersey
hablando con las sombras del recibidor.

Estamos hechos de juicio y locura,
o más bien de levedad y eternidad,

de penitencia y paraíso,

estoy hecho de musarañas y musas
en la poesía que quiso matar a la muerte

para gritarte que no todo aquel
que fallece está muerto,
y que muchos vivos
hace ya que son cadáveres
deambulando
por la tierra.

Y a pesar de la distancia,
te deseo.
(me prometí no decir nunca te quiero)

Viene ya a lo lejos el bus 17.


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