El niño que creció sin saber
donde está el cielo
tras sus huellas,
es hombre hoy
cuya voz pesca
por el firmamento
madreselvas,
dolorosas amapolas
de un día que silencia
el tiempo y el espacio.
El niño creció sin zapatos
pero aupándose,
acarició sueños
de los que no habló con nadie.
El escritor de horas sentenciadas,
encuentra una voz
en la incertidumbre
como respuesta,
hace tanto que añoró
unos brazos
no habiendo nadie en su camino,
en los mares del viajero solitario,
al que el aire besa,
Misterioso vagabundo,
que retira hojas muertas
de su frente,
con tal de seguir un destino,
para el que fue nacido
y encontró caminando
la liberación
de sus maltrechos pies.
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