Toco la guitarra,
suspiro y duermo,
tan libre que estás solo -me digo,
pero gran fortuna
el encontrarte a ti mismo, amigo,
tras un cristal honesto y sin temor.
Bueno, miedo todos tenemos,
incluso, y sobre todo a nuestro verdadero
yo,
desenmascarado de tristezas,
(mientras pasan transeúntes lentos
que cargan huesos y silencios
por las calles del Botànic)
eterno en un aullido
de eco circular,
donde la ciudad
enciende sus luces
cuando las almas anhelan
un abrazo,
sólo eso.
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