Empieza a desprenderse la ilusión
por entre los barruntos de esta ciudad.
Me escondo bajo las plumas de aves
muertas,
torbellinos de agua
cuando el cielo se rompió,
mientras acababa de desplegarse la luz
en el centro, crisol de nuestros ojos.
Toda la inmensidad en la palma de la mano,
de óxido se infesta el tiempo,
si nos quisimos
en un triste verano,
y siempre nos quedará la música silenciosa,
toda la inmensidad
en lunas pobladas
por deseos inalcanzables.
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