El destino guardará la posibilidad de volver ante soles y designios de esta pandemia que heló la respiración a generaciones.
"Volver" escrito en el espejo del baño, escrito en el trazo de aviones a la deriva, en la boca del loco, en la mano del santo, volver como único algoritmo del tiempo.
Volverán los días de flores, de primavera, que se resiste en este eterno invierno, de besos y abrazos, que puedan vencer el miedo de este virus, la pandemia que eclipsó la sombra de los dioses de manos cansadas.
Volverán los días de verbena en el pueblo, de amantes que ponen rosas en el ojal, de bicicletas, de lluvia invisible bajo la blusa.
Las almas tristes no tienen motivo, si después de todo, sobrevivimos al abismo de una fiera tempestad, corsarios de oro y estiércol es la rutina del polen en el aliento en pleno contagio del quién sabe qué.
"No dudes que volveré", dejó ella escrito entre las nubes, "volveré yo", dijo él, "como vuelve septiembre, como que el Covid nos ocupó demasiado tiempo de felicidad".
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