En tierra de nadie, sin rendir más cuentas que a uno mismo, a eso le enseñó el tiempo al vagabundo vestido como tú.
Cuando los amores saben a ceniza, cuando la luna son dos filos que cortan, la mujer se pierde cual hombre en las tibias palabras que no se pronuncian. Lo malo de los años es que si no te lo escribo mi memoria muere, que cada vez estamos más perdidos, más locos, es difícil no solo enamorarse, sino encontrar la persona con la cual ser acertado error. Navegando por una red social el vagabundo se hizo viejo. Apergaminadas manos de la ilusión repetida.
Sin tener más que tu nombre me perdí en el carbón de tus ojos, bla bla, y otras historias, donde poner el corazón en brasas y fuego. En tierra de nadie, por favor, me sirve el alcohol suficiente que borre las líneas del mar.
Mucha gente cometió el adulterio a sí misma de comprometerse demasiado, y la bendición del amor pueden ser letras torcidas en el reglón del cielo. O no, o quizá el vagabundo esté equivocado, y todo es ciencia perfecta de imperfectas personas, cómo le exasperaba a aquel personaje ser más personaje que persona ante los demás.
Lo cierto de ir sin rumbo es que al final no haces las paces con la locura, pero el amor exige responsabilidades, orín como oro en el orinal de las putas, fiebre de tenerlo todo y no haber hecho nada en la vida.
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