A menudo pienso que tengo una mariposa clandestina
en mi cabeza, algo así como lunares de sal en un mar dulce, como las anginas de
la voz del viento.
Tú no te fías, porque son tantos los puñales
recibidos como mordisquitos adolescentes debajo de la oreja, y tus latidos ya
no expulsan sangre sino ya, más bien vendavales de polvo gris donde se ve
detrás a la niña inocente en el asesinato perfecto.
Hay momentos en los que la luna es tan verde como
los ojos que duermen cuando no puedo dormir, recostados junto a clandestinas
mariposas de la mente que gimen en jaulas de libertad como penitencia por haber
creído que todo se puede.
La lluvia baña el cuerpo del delito, al final la
marea lo borrará todo, pero antes hay que recorrer urgentemente tantos caminos
ya andados que aunque otros hicieron para nada, debemos creer que en nosotros
la historia es distinta…
Si solo tomas el cuerpo guardaré mis botas, tal vez me
ayuden a saltar hasta la nube que nos prometió la infancia y nunca tuvimos
entre los labios.
Labios embadurnados de moras negras y arbustos con
pinchos, tú te quitaba la ropa de flores junto a una bicicleta, y a partir de
entonces, hacemos todos los días el amor con ese recuerdo.
A menudo pienso que tengo una mariposa clandestina
en mi cabeza, algo así como lunares de sal en un mar dulce, como las anginas de
la voz del viento.
Dicen que lo malo de tener el corazón roto es que
vas repartiendo los pedazos.
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