Bragas
azules en la cama
y puede
que los besos después del sexo
quizá no
tengan sentido,
te
colocas con exquisito decoro el sujetador
ante mi
cagada,
pero tal
vez no creerás que hay hombres
que
imaginan toda tu soledad
cuando te
pusiste el pintalabios
para
nuestra cita.
Un disco
de boleros después de aquella vez
que se
repite en los días repetidos,
demasiados
gin tonics para sacarte una risa
para
decirte tonterías como
“vamos a
ver las estrellas”
mientras
me cogías del cuello.
Puede que
sea ridículo decir que te extraño
después
de esa noche,
que los
pliegues de tu sexo
eran como
las olas del Estrecho
inundado
por pateras,
puede que
suene cursi decir
que cada
pezón tuyo
eran como
cerezas heladas y calientes
tras mi
lengua…
Pero
bueno, no sigo,
me
ganaría la vida
como
poeta para conquistar peluqueras
o
ilusionar a divorciados,
solo sé,
chica del olvido,
que
rebuscar por tu falda
no fue
meta sino principio
de un
baile tan ciego por el ron
y herido
de pasado,
que gemir
ante cada embestida
al final
no olvida
los
dolores que el mundo
nos ha
causado.
Alguien
me dijo que besas sapos cada medianoche.
Que te
vas sin despedirte de la fiesta cada medianoche.
Que no
das tu nombre verdadero en la recepción de cada hostal
cada medianoche.
cada medianoche.
Pero,
¡mira! te recuerdan los que la fastidiaron
toda una
vida.
Alguien
me comento que las brujas existen
y tienen
tu pelo desordenado,
borrachas
de dolor, pero nunca humilladas,
pues más que
del desamor,
fuiste esclava de la vida,
mientras yo en el andén
al oler tus bragas
me quedo con el consuelo de escribirte siempre junto tu perfume
mi penúltima poesía.
al oler tus bragas
me quedo con el consuelo de escribirte siempre junto tu perfume
mi penúltima poesía.
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