Qué bonito sería que tu billetera tuviera el color de tus ojos
Mentira,
Vomito,
Entrañas;
no hay
mayor desvelo que necesitar al mundo
sin ser
de nadie,
no queda
mayor ansiedad que las pastillas bajo la cama
y frío sexo
cada noche ardiendo.
Al
intemperie hay muchachos
hablando
de lo prohibido como si no se pudiera hacer
y
muchachas rezando a la diosa de los asesinatos.
Y yo, que
te robé un beso, quisiera maldecirlo
al mirar
como un gato negro duerme y la ciudad le hace reverencia.
Nadie se
merece la bondad de besarte
o todo es
simplemente,
pánico a
amar.
Pero
qué bonito sería que tu billetera tuviera el color de tus ojos
insisto,
látigo y
posturas imposibles en tu cuerpo amoratado;
magulladura
de no saber vivir,
éxtasis
de la primera droga
que te meten por el culo
regalándote los complejos ajenos,
que te meten por el culo
regalándote los complejos ajenos,
de que
la vida no iba en serio.
Mentira,
piedad, servidumbre.
Y en cada
sala de apuestas cebo mi cementerio
y cada
puta que sueño es mi musa,
el clímax
del romanticismo es un poema
hasta que
descubres que no dices nada
y que a
nadie importa tu muerte
rezumando
vida.
Cuando el
ahorcado está sirviendo el café,
cuando
aquella muchacha de Carrión de los Condes
me cogió
del cuello bajo la lluvia,
el
interés quedó en suspenso y en tierra de todos
para que
la vida deje por el camino
la honra
de ángeles homicidas.
Antes de
morir quisiera tener una verdad entre mis labios
y no
contar vidas como quien cuenta billetes en un funeral.
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