miércoles, 18 de julio de 2018
Las letras del Capitán
La sombra del corazón en un tren en Siberia,
el silencio de un verso antes del último trago,
el curso de un río muerto
que dibuja el dedo mutilado de la memoria,
la novia esperando en oscuro pasillo,
el monstruo del destino barajando las cartas,
la droga de quien jura no volverlo hacer,
la penitencia del creyente,
el nacimiento del futuro, la desidia del presente,
el nicho del ayer.
La arena en los ojos del suicida,
los hijos del abandono que gritan papá,
la mierda en los rastrojos, el todavía,
la sangre de Sida que los poetas regalan
al perfume maldito del qué dirán.
La noche de la última cena
donde fui destino armando las letras de tu nombre,
ruleta rusa, ovillo de un gato adicto a los ratones
en la despensa vacía del universo
que fracasó al seguir a la reina de los tejados.
Buscarte entre los porches de un barrio asesino,
que tienen mi imagen como las llamas del juicio final,
una mente que puede lo que deshizo Cupido,
mil historias que no entienden la felicidad.
La cresta de una estrella donde se guarda
los polvos muertos de lo que pudo ser,
atardecen en los sueños, anochecen tras miradas,
y la guadaña del preso
barrunta el olvido del cielo.
La leche cortada, la sopa hirviendo,
la mermelada del rojo de tus labios
entregada sin convicción,
un sicario que se enamora,
una puta que se enamora,
y el amor les traiciona a ambos,
una existencia eterna en un formulario de desempleo,
realeza de una corona no desbancada,
todo lo que carga dentro la tristeza,
y si Aladino limpiese la lámpara surgiría genialidad,
el oro vecino envidioso del rencor,
que es solo poner en evidencia,
tanta sucia y mezquina muerte.
Caer en tus brazos antes de que el futuro
se apiade de nosotros,
y si el amor es un engaño, tú eres real,
lunares diminutos en la profundidad infinita de unos ojos,
poesía bastarda que llena de elegancia
el cuarto de hojalata de la pensión
donde me enseaste a odiar.
Ira de no saberse libre,
ni aun soñando con los ojos tristes que son dos lágrimas
heridas buscando un horizonte,
arañas en el pelo, nana triste
al hijo que nunca será y que nunca
aprenderá que el mundo no acepta perdón
que enrede la flor de la soledad.
Olvidar las hiedras del apocalipsis eterno
de tus piernas bebiendo conpungidas,
madrugada de invierno en julio,
café, humo, deshielo, ausencia, cima
donde es historia
el breve tránsito de una soplido como la vida,
que se enmaraña en la miel y la hiel
de las cartas del Capitán.
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