lunes, 18 de diciembre de 2017
Se llamaba Inmaculada
Habrá que admitir a todos
que no hay nada que explicar
de mi vida,
por favor no me acuses con la mirada,
que la emoción tiene venas negras
dando luz a alas inmaculadas de ángel,
lo siento,
no tengo nada que explicar.
Fui víctima y no culpable,
no me pidas que ame
como los que no saben amar,
que bese en cualquier rincón triste
del alma
con la alegre melodía
de raíles a ninguna parte,
si el gin de la muerte con amor
queda solo bien como borrachos en Verona
o quedó tal vez en aquel puerto sin olas
por la Plaza Juan Ramón Jiménez,
y mañana antes de contar días por vida,
te encontraré en la Taberna del destino.
Solo recuerdo
que te llamabas Soledad,
y tan acompañada,
que siempre estarás
sola.
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