Por el televisor, eclipse de luz;
rosas
muertas en mi boca.
Y
nos enseñan a comprar la primavera,
apuntándonos
a la cabeza mil
hombres de maletín y vestidos de negro,
que
bajo el grito ahogado del deber,
nos
arrojan danzando locos en la hoguera.
Y
yo, huyo del bar donde nunca te
conoceré,
allí,
las camareras besan con el filo de navaja
de
lo perdido,
cuando
un niño se pudre, muriendo con él,
el
secreto más puro de amor…
de
las nubes de la noche
que
sabrán que nadie las iluminará cuando
salga el sol
pero
dile tú, dile, cuánto la he querido…
Nunca
serán juzgados los culpables de mi dolor,
ni
la banca, ni el poder serán conscientes
de
nuestra cárcel, de nuestra ceguera,
de
trepamos como fuegos y delitos,
y
no ser valientes al ver que se hace
tarde
cuando
nos separan mil montañas y mares de traición
tras el viento seco de mi piel en tu ombligo.
España
es un país criado por un ave tóxica que busca la paz entre sus hijos:
cadáveres
sin memoria.
Y
somos pequeñas estrellas
que
se apagan,
en
la miseria de un trabajo que no existe,
en
el exilio de tu casa robada,
y
tal vez nos miremos de reojo
por
quien dispara el primero,
y
tal vez yo tan solo espere la dignidad y la lucha
que
me consuela saber que detrás de mi poesía
está
la paz que envuelve la razón de porqué aun creemos.
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