Llegué tarde, y te besé,
como quien besa
el suave temperamento
de las horas felices,
llegué tarde,
como siempre,
y fui aquel
que rompió las flores del insomnio,
llevado por mareas grises.
Tan tarde
fui
el que nunca debí de dejar de ser,
arremolinando el tiempo
de la espera,
tan pronto en el tiempo perdido
qué dejé de sentir
lo que la gente y sus prejuicios
quisieron maldecir
ante tantas certezas.
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