martes, 26 de marzo de 2019

El viejo y el San Bernardo


El viejo de rostro cansado no creía en nada más que en las manos de su mujer. 
Ella se fue. 
Se marchó un 28 de febrero dejando viudo y lleno de sombras la ansiedad del viejo. Recuerda que fueron felices, tal vez porque ignoraban la cruda realidad del mundo y en su ignorancia de juventud se dejaban caer como las magnolias yacen ante la primavera. Al viejo solo le ampara el recuerdo y un perro San Bernardo que, dormía a todas horas, revuelto en las alfombras del salón. 
A veces se preguntaba por qué sobrevivir a la muerte de un ser querido, y la respuesta el viento le arrebataba. 
Un día el viejo de alma apergaminada y ronco respirar se desmayó y soñó que ella se le aparecía.
- Cómo tan triste estos años, Alonso, no dejas de olvidar lo que no existe?- dijo el fantasma.
-Te extraño-dijo él a lo que, sin duda era su mujer, tan añorada y querida.
Ella le contestó que la muerte forma parte de la vida y tal vez hacer que crezca el alma, aunque parezca que todo está perdido sea respuesta a sus preguntas.
- Vuela, la vida real está detrás del drama, lo que hay antes de la muerte nos pone a prueba; besa, abraza, baila, aunque digan en la esquina que es "el viejo loco", tal vez mañana- dijo ella- tal vez mañana nos ríamos por darle tanta importancia a un presente como esta vida 
tan fugaz como eterna. Baila.




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