martes, 12 de abril de 2016
Tengo una muñeca vestida de azul
Yo he repartido versos
que nunca tuvieron respuesta,
pero una sola de esas miradas llegó
a congelar el tiempo
de los infieles que creyeron en el amor
con tu violencia de recibir como saco roto
o la de él de regar de semen todo el jardín.
No, no eres la única, muñeca.
La fe es algo tan inútil como necesaria,
como creer que sueñas conmigo
mientras por debajo de tus bragas
sientes que la flaqueza te hace ser humana
y divino creer que el corazón
no llena barriga.
Yo he repartido desprecios
de los que ni siquiera te has podido percatar,
sutiles como una brisa de luz
en medio de cristales rotos y gemidos,
esos a los que cedes con bromas inocentes en un bar
y acabais como inocentes cuerpos del delito
que se limpian con más mierda en el lavabo.
No hay nada de malo en ello,
la verdad,
yo peco demasiado
y alguna lo intuye
con mi violencia dulce de asesino perfecto.
Será que el amor con el que más me identifico es el de las putas
y es cierto
que la pureza me hace terrorista y rehén.
(No te puedo comprender corazón loco - cantan las ciegas)
Y es que aunque no me falta de comer,
es cansado ya el dignificar a Dulcineas del Toboso
que después de ser vírgenes fueron esclavas
y prefieren no oír las carcajadas que hasta aquí llegan
de ese amante bandido
o del novio aburrido
que también ríe
al encender el fútbol
mientras va roncándote,
tú, encima del sofá
con ilusión jinetera.
- Buscas la perfección,
y caerás otra vez en la locura- dice mi maquilladora,
a la que amo,
pero ella tiene más debilidad por la droga que por mí.
A pesar de todo sé que terminará conmigo
cuando su novio quinquillero le esté pegando más de la cuenta.
- Friki, cómo decía ese poema?- me grita la pelirroja.
- Decía que no estoy en venta:
Regalo a todas el corazón pero
nunca
nunca
confiaré en vosotras. Portadoras del virus del miedo y de la culpa.
- Perdónalas, perdónate- dice el cura entristecido.
Yo le digo que el amor y dios lo inventó Zara.
Mi confesión es que pasó el tiempo. Llegó el dolor, y no estuvisteis
no espereis más de lo que me sostiene a duras penas (este fingir sonriendo)
Sé bien que si la nalga se va haciendo flácida
el poema gana prestigio.
Como mi silencio.
Da igual que me pudra en el cementerio de lo que pudo ser.
Ya sabreis que el que se vende no soy yo.
Orgullo me queda de quedar en pie y humildad de haberme arrastrado lo justo.
Muñeca de azul.
Con tu vestidito y tu canesú.
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