Cuando veo un avión a lo alto romper el cielo
pienso que mis pies están demasiado sujetos a la muerte.
Y confabulo en ti,
tú que no existes aunque estés llorando delante mía,
hecha de las nubes azules que agarro y me huyen,
hecha, como yo,
de la libertad por volar hasta que la desnudez
llegue a sonrojarse de su vergüenza.
No me cansa rondar siempre
en este círculo sin salida
pero no esperes lo que nunca fui,
que el único beso real lo tuve
con la máscara de Carnaval puesta.
Aquella noche se inundaba Venecia
y la luna que juré era un reflejo en el canal,
mientras las Góndolas rompían como futuros amantes,
esa quietud que congela el amor
en el tiempo.
Y en el juego de tronos donde más que jugar
gana el que menos arriesga,
yo desde la ventanilla del avión rompo hojas de cristal
por sentirme tan raro,
tan extraño,
tan difícil,
si es que la vida se vuelve aire,
como un viaje que anuncia lo que será mi cuerpo.
El arte es un salvavidas en la marea de aquello que ya no creo,
en que llegues Tú,
pero creo que soy ya ateo de ti.
(me quedan las horas de lírica de las que fuiste madre
como puede que hoy lo seas de un pequeño en tu regazo)
Hay artistas que exigen que les lean dos de sus poemas
antes de leer uno ajeno,
eso es la poesía;
voz engreída para saberse diferente ante la muerte,
la que nos hace iguales,
justicia de necios,
y amores sordos.
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