miércoles, 9 de octubre de 2013

Tu silencio


La indiferencia tiene su silencio asignado
lleno de tumultos y gemidos palpitantes,
evoca aquella mañana adolescente donde frenesí del ser
era mi mano que rebosaba en tu blusa.

Sobre tu cuerpo cuántas horas cayeron como rayos,
estalactitas de leche y esencia,
tras  haber abierto la luz de los ojos cenicientos,
entre ánimas  minerales.

Mi deseo encaró a la muerte del segundo que transcurría
para ser parte eterna de tu tiempo
en el volcánico auge de fértil entraña
de pena como losa,
de hambruna cual destello de sal,
de noche liberada por mis muñecas esposadas y cautivas.

Y veremos el fin
qué es la muerte de este sumergido sueño
pero no tendremos antes del espejismo;
eco si es a tu lado.

Y barrunto si no hay más que osamenta de dientes y cabellos
de saliva y semen desbordado,
este palpar en el aire,
de crisantemo viajando cuales  mensajeras mariposas,
traslúcidas en la desnudez
entreabierta y mordaz.

Sobre tu cuerpo el ejercicio es una hoguera
y me dijeron que el barro se difumina con el fuego…
pero tú eres metal, lunar de entelequia.

Tu beso me ha abandonado en esta delación.

Los pobladores del mundo no entienden de hermandad
si tú, esposa, no cortas con tus brazos mi cintura
para que así, 
pueda respirar alzándome en la estela que arriba
eclipsó el instante
tan nocturno, tan avaro,
que los hombres no son más que luminarias
en incendiadas colinas.

Sobre mi hoguera el ejercicio no es más que tu cuerpo,
Junto al mío.

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