miércoles, 15 de octubre de 2008

Ya sé que no me quieres


Ya sé que no me quieres,
que debo dejarte pasar
y ser sed en el mar
indiferencia entre la gente,
pero no puedo arrebatar así
mi lucha a la dulzura,
ni puedo entender el silencio,
sin la alegría.
Aunque no me quieras
tienes que saber que
soy esclavo de la humillación,
por no poder olvidarte,
aunque daría todo por hacerlo.

Ya sé que no me quieres,
pero me castiga
el recordarlo,
y escribir es bálsamo de ciego.
Los coches vienen y van por la Avenida
y no hay más que humedad en el techo,
cuando de un portazo,
se fue la vida.

No sé siquiera si existes ya
como antes, cuando te atraía mi dolor,
yo que juré no entregarme
a este sentimiento tan pesado,
de ser el frustrado enamorado,
que sueña con dos palomas
volando a la par,
ya ves, niña, te entrego la espada del guerrero,
y aunque no me quieras, te quiero,
como el cielo,
que no podré alcanzar.

Me falta que digas algo,
una señal tuya,
para saber que todavía
sientes lo que sentías
por mí,
supongo que tendré que entender
que las emociones
se entierran en el olvido,
para no asfixiarnos
con lo que ha sido amor,
pero no puedo dejar de tenerte delante
entre las brumas de la conciencia
ni deshojar inocente,
la rosa de la espera,
creyendo que tú algún día
te arrepientas
de estar atada
a esa absurda libertad.

Devuélveme la esperanza
de sentirte cerca
como el aire en gélido desierto
donde se arrinconan mis caricias,
aunque no me quieras,
empecemos como dos extraños;
coge un dedo de mi mano,
para indicar juntos, el destino
que en su día, íbamos a trazar.


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