lunes, 6 de mayo de 2013

La chica viva que murió en mí.



El verano es la chica viva
que murió en mí.

El verano es la infancia
de picnic y discotecas horteras con olor a confeti,
a las que nunca tenía entrada.

El verano es el siempre es tarde,
antes del próximo año.

El verano era Telecinco en la terraza
y olor a sardinas en la playa de Estepona.

El verano era una bicicleta
que buscaba algo que ni el algo tenía entre sus ruedas,
como la sal de mi saliva,
como el eclipse con el que sonríe
la mañana de playa y sombrilla
donde se escapa mi luz.

El verano fue quererla
hasta perseguir sus zapatos de tacón y ridículos
hasta la Calle Nalsa, 4.

El verano, amigos,
es renacer la muerte en dunas como senos,
en mares como sexos,
en atardecer…

…sangre de tu nombre en mí.

El verano es una escuela,
la fiesta de despedida
al amparo de canciones de El Arrebato,
y bailar y tocarte sin querer el culo,
mientras me prometías que mañana
será otoño,
y el amor tiene frío.

El verano, para acabar,
es un poeta masturbado,
tres estrofas aullando a la noche,
cálida,
pegajosa,
de moscas
y gitanos cantando en la plaza
al honor de los azahares.

El verano es la eterna chica de 15 años
que pasea a mi lado,
sin mí.

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