En un bar cualquiera, de cualquier perdida ciudad,
las noches se confundían con los días,
y el viaje de regreso podía esperar,
en las aceras trasnochaban las horas muertas
que vivían en mí,
las ruinas de mi corazón adornaban los adoquines
de la ciudad del olvido.
Otra dimensión se presentaba en el presente, adelantado,
por Europa tuve sueños, y de América el corazón,
en un rincón cualquiera pude morir para renacer
entre los muertos que decían estar cuerdos.
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